miércoles, 26 de junio de 2013

I ENCUENTRO CENTROAMERICANO DE MUJERES DE LAS ARTES ESCENICAS

Con mucho orgullo y alegría estuvimos en el I Encuentro Centroamericano de Mujeres de las Artes Escénicas Mujer: Identidad, Imagen y palabra, dentro del marco del Festival y Encuentro Centroamericano de Teatro.
Participamos en la última mesa Testimonios Teatro en Proceso con "UN PAR DE TETAS EN EL ESCENARIO Una reflexión queer sobre ser mujer y ser actriz a partir de las presentaciones del monólogo BONDAGE."

Les compartimos el testimonio:

Primero que nada, voy a explicar a mi manera lo que es la Teoría Queer, esta teoría la utilizan los grupos de diversidad para sus reivindicaciones y ahí entré en contacto con ella. Cuando uno nace lo agarran, lo ven entre las piernas y dicen “es una chiquita o es un chiquito,” y lo meten dentro del saco de las chiquitas o el de los chiquitos. Adentro de estos sacos hay un montón de imposiciones que tienen que ver con lo que nos vieron entre las piernas y nada más. Nos menean un poco para atontarnos y que nos parezcamos entre todos y que las mujeres nos portemos como mujeres y los hombres como hombres, porque esa es nuestra identidad y nada más. Las imposiciones del saco, tanto para hombres como para mujeres, son el machismo. El machismo está implícito en la cultura y no sólo la local sino la global, las manifestaciones del machismo son las mismas en todo el mundo.
En el 2010 escribí “BONDAGE” un monólogo muy personal donde una mujer narra como entra y logra salir de una relación de violencia de pareja. Ese año la obra gana Sin Telón-Produciendo Montajes del Centro Cultural de España. Yo la dirigí y Andrea Gómez la actuó y siempre, desde el estreno en el Farolito, después de la presentación hemos realizado un conversatorio con el público sobre el tema.
En la obra utilizo la metáfora de la ceguera, las mujeres pierden la vista, sobre todo la mirada sobre si mismas, cuando están en una relación de violencia. Julia Graciela Sofía, la protagonista, cuenta su historia y la de sus familiares y amigas en sus particulares maneras de recuperar la vista; ese momento en que sintieron que se rompió el hechizo, abrieron los ojos, pudieron ver lo que sucedía, ponerle nombre y hacer algo al respecto. Ese hechizo, el enamorarse de un agresor, es una esas cosas que están en el saco de las mujeres desde el siempre.
El año pasado la obra gana PROARTES, Andrea Gómez se fue a sacar su maestría y yo asumí la actuación, Jairo Vargas la dirección y Beto, mi compañero, desde el principio tuvo la parte plástica y técnica y este año andamos de gira por todo el país, hemos tenido público femenino migrante nicaragüense en Tejarcillos; adolescente en Turrialba; universitario en San Ramón de Alajuela; pescador, agricultores y amas de casa de Osa, y ahora sigue Tortuguero, Upala, Zarcero, Isla Chira, entre otros.  Realizamos las presentaciones en coordinación con organizaciones de la zona. Queremos abrir ojos. Pero para abrir ojos en públicos tan diversos hay que tener claridad, porque en la oscuridad no se ve y para mí la claridad es identificar las cosas del saco porque no las quiero reproducir en escena.
Resulta que el otro día nos presentábamos en un colegio en Palmares, como doscientos adolescentes en el cierre de una actividad de una semana sobre Relaciones de Noviazgo, Sexualidad y Proyecto de Vida. Por el escenario, durante la semana, había pasado desde Ana Istarú, Sixto Porras, gente que presentaba los intercambios a Estados Unidos como la oportunidad de la vida y un señor, antes que nosotros, que venía de decirles que la biblia dice que el amor aguanta. Y así teníamos que agarrarlos nosotros. Salgo al escenario y los chiquillos de sétimo que están en frente mío hacen “uy, mae, que rica, etc, etc,” y yo pensaba “¡juepucha!, ¿ahora qué hago? Les demuestro que me molesta porque soy feminista y me enojo, meto mi pecho para adentro porque no puede ser que el machismo ataque de nuevo y los empodero, o “uy si tiene razón soy una rica…” y saco pecho y con eso los legitimo, y esa es la oscuridad del saco hablando, lo que no quiero reproducir en escena, porque si no desvío el mensaje de mi obra a otros lugares, así que no hice nada, respire, comencé, seguí y termine. Creo que hay una responsabilidad cuando llegamos a ser conscientes de cosas y además somos actrices, debemos intentar no reproducirlas en el teatro o sobre todo si tenemos que hacer publicidad, porque nuestro cuerpo de mujer es el que está ahí y a la vez es nuestro instrumento de trabajo.
Durante el conversatorio ese día pasaron dos cosas: una, les preguntamos qué cosas no les gustaban que les hicieran cuando tenían novio o novia, sólo mujeres hablaron: bromas pesadas, mentiras, dar vuelta y lo decían con tristeza en la cara. Y entonces empezaron a decir “María, María cuente su historia…” y ella se hizo un puñito y él la engachaba, luego los vi peleando en la banca del parque, me acuerdo de lo que era eso y luego unos chiquillos nos contaron que él se había enojado. Pero nos quedó tan claro que al hacer el esfuerzo de no reproducir las imposiciones del sistema para hacer claro el mensaje  la gente las reconoce y las denuncia. Al reproducirlas perpetuamos con nuestro silencio o inacción todas las manifestaciones de violencia contra nosotras.
La segunda cosa que sucedió fue plantearnos por primera vez la pregunta ¿y a los hombres qué les decimos? Porque esos chiquitos de sétimo hicieron lo que tenían que hacer porque son hombres, ellos, ustedes, están en su propio saco y también tienen que abrir los ojos para poder hacerle huecos. Hice una lista de aquello que está en el saco en que me metieron a mí: oficios domésticos, compasión ciega, culpabilidad bíblica, víctima indefensa, cuerpo delgado, orgasmos fingidos, aguante extremo, virgen limpia, cuerpo público, víctima perenne, horror innato a envejecer, enojos pequeños y educados, desprotección crónica, incitadora de tentación y pecado, sufrida eterna, inocencia fingida y potencialmente peligrosa para nosotras, depilación forzosa y cargada de significados, porque una mujer peluda en este mundo es lo más sucio que puede haber. Invito a los hombres presentes a hacer su propia lista y se van a dar cuenta de cosas como: Queridos profesores y compañeros en las escuelas de teatro (yo sé que no son todos), cuando estamos en clase de expresión corporal y tenemos que mover las caderas en redondo, si usted siente excitación, esa sensación es suya, su compañera o alumna no la está provocando, usted no tiene que hacer nada al respecto, ella está trabajando, descubriendo su cuerpo, su instrumento de trabajo al igual que el suyo, verlo de la otra manera es tergiversar nuestra educación. Las mujeres no somos culpables de la violencia sexual que nos afecta.
Quiero cerrar diciendo que falta mucho por recorrer, que he llorado después de oír las historias de horror que cuentan las personas en los conversatorios, pero creo que el camino para salir del saco es el de los encuentros, de cuando las historias que contamos son de “yo abrí los ojos”, las mujeres aprendemos hablando. La cultura se reproduce a partir de gestos, entonaciones de frases y posturas corporales, como lo que hacemos en teatro, no reproduzcamos el sistema en nuestro arte. Saquemos la cabeza del saco en el escenario, ayudemos a otras y otros a sacarla desde la esperanza y la alegría de lo que se ha logrado y se espera lograr, desde la claridad, pero que esta no venga con forma de damisela rubia, con vestido vaporoso, corriendo por el campo toda luminosa  con una canasta llena de flores en la mano, sino descalza, vestida de rojo, con el pecho erguido y sin brassiere, con un par de tetas, pero bien puestas sobre el escenario.
 Andrea Del Valle