Participamos en la última mesa Testimonios Teatro en Proceso con "UN PAR DE TETAS EN EL ESCENARIO Una reflexión queer sobre ser mujer y ser actriz a partir de las presentaciones del monólogo BONDAGE."
Les compartimos el testimonio:
Primero que nada, voy a explicar a
mi manera lo que es la Teoría Queer, esta teoría la utilizan los grupos de
diversidad para sus reivindicaciones y ahí entré en contacto con ella. Cuando
uno nace lo agarran, lo ven entre las piernas y dicen “es una chiquita o es un
chiquito,” y lo meten dentro del saco de las chiquitas o el de los chiquitos.
Adentro de estos sacos hay un montón de imposiciones que tienen que ver con lo
que nos vieron entre las piernas y nada más. Nos menean un poco para atontarnos
y que nos parezcamos entre todos y que las mujeres nos portemos como mujeres y
los hombres como hombres, porque esa es nuestra identidad y nada más. Las
imposiciones del saco, tanto para hombres como para mujeres, son el machismo.
El machismo está implícito en la cultura y no sólo la local sino la global, las
manifestaciones del machismo son las mismas en todo el mundo.
En el 2010 escribí “BONDAGE” un
monólogo muy personal donde una mujer narra como entra y logra salir de una
relación de violencia de pareja. Ese año la obra gana Sin Telón-Produciendo
Montajes del Centro Cultural de España. Yo la dirigí y Andrea Gómez la actuó y
siempre, desde el estreno en el Farolito, después de la presentación hemos
realizado un conversatorio con el público sobre el tema.
En la obra utilizo la metáfora de
la ceguera, las mujeres pierden la vista, sobre todo la mirada sobre si mismas,
cuando están en una relación de violencia. Julia Graciela Sofía, la protagonista,
cuenta su historia y la de sus familiares y amigas en sus particulares maneras
de recuperar la vista; ese momento en que sintieron que se rompió el hechizo, abrieron
los ojos, pudieron ver lo que sucedía, ponerle nombre y hacer algo al respecto.
Ese hechizo, el enamorarse de un agresor, es una esas cosas que están en el
saco de las mujeres desde el siempre.
El año pasado la obra gana
PROARTES, Andrea Gómez se fue a sacar su maestría y yo asumí la actuación,
Jairo Vargas la dirección y Beto, mi compañero, desde el principio tuvo la
parte plástica y técnica y este año andamos de gira por todo el país, hemos
tenido público femenino migrante nicaragüense en Tejarcillos; adolescente en
Turrialba; universitario en San Ramón de Alajuela; pescador, agricultores y
amas de casa de Osa, y ahora sigue Tortuguero, Upala, Zarcero, Isla Chira,
entre otros. Realizamos las
presentaciones en coordinación con organizaciones de la zona. Queremos abrir
ojos. Pero para abrir ojos en públicos tan diversos hay que tener claridad,
porque en la oscuridad no se ve y para mí la claridad es identificar las cosas
del saco porque no las quiero reproducir en escena.
Resulta que el otro día nos
presentábamos en un colegio en Palmares, como doscientos adolescentes en el
cierre de una actividad de una semana sobre Relaciones de Noviazgo, Sexualidad
y Proyecto de Vida. Por el escenario, durante la semana, había pasado desde Ana
Istarú, Sixto Porras, gente que presentaba los intercambios a Estados Unidos
como la oportunidad de la vida y un señor, antes que nosotros, que venía de
decirles que la biblia dice que el amor aguanta. Y así teníamos que agarrarlos
nosotros. Salgo al escenario y los chiquillos de sétimo que están en frente mío
hacen “uy, mae, que rica, etc, etc,” y yo pensaba “¡juepucha!, ¿ahora qué hago?
Les demuestro que me molesta porque soy feminista y me enojo, meto mi pecho
para adentro porque no puede ser que el machismo ataque de nuevo y los empodero,
o “uy si tiene razón soy una rica…” y saco pecho y con eso los legitimo, y esa
es la oscuridad del saco hablando, lo que no quiero reproducir en escena,
porque si no desvío el mensaje de mi obra a otros lugares, así que no hice
nada, respire, comencé, seguí y termine. Creo que hay una responsabilidad
cuando llegamos a ser conscientes de cosas y además somos actrices, debemos
intentar no reproducirlas en el teatro o sobre todo si tenemos que hacer
publicidad, porque nuestro cuerpo de mujer es el que está ahí y a la vez es
nuestro instrumento de trabajo.
Durante el conversatorio ese día
pasaron dos cosas: una, les preguntamos qué cosas no les gustaban que les
hicieran cuando tenían novio o novia, sólo mujeres hablaron: bromas pesadas,
mentiras, dar vuelta y lo decían con tristeza en la cara. Y entonces empezaron
a decir “María, María cuente su historia…” y ella se hizo un puñito y él la
engachaba, luego los vi peleando en la banca del parque, me acuerdo de lo que
era eso y luego unos chiquillos nos contaron que él se había enojado. Pero nos
quedó tan claro que al hacer el esfuerzo de no reproducir las imposiciones del
sistema para hacer claro el mensaje la
gente las reconoce y las denuncia. Al reproducirlas perpetuamos con nuestro
silencio o inacción todas las manifestaciones de violencia contra nosotras.
La segunda cosa que sucedió fue
plantearnos por primera vez la pregunta ¿y a los hombres qué les decimos?
Porque esos chiquitos de sétimo hicieron lo que tenían que hacer porque son
hombres, ellos, ustedes, están en su propio saco y también tienen que abrir los
ojos para poder hacerle huecos. Hice una lista de aquello que está en el saco en
que me metieron a mí: oficios domésticos, compasión ciega, culpabilidad
bíblica, víctima indefensa, cuerpo delgado, orgasmos fingidos, aguante extremo,
virgen limpia, cuerpo público, víctima perenne, horror innato a envejecer,
enojos pequeños y educados, desprotección crónica, incitadora de tentación y
pecado, sufrida eterna, inocencia fingida y potencialmente peligrosa para
nosotras, depilación forzosa y cargada de significados, porque una mujer peluda
en este mundo es lo más sucio que puede haber. Invito a los hombres presentes a
hacer su propia lista y se van a dar cuenta de cosas como: Queridos profesores
y compañeros en las escuelas de teatro (yo sé que no son todos), cuando estamos
en clase de expresión corporal y tenemos que mover las caderas en redondo, si
usted siente excitación, esa sensación es suya, su compañera o alumna no la
está provocando, usted no tiene que hacer nada al respecto, ella está
trabajando, descubriendo su cuerpo, su instrumento de trabajo al igual que el
suyo, verlo de la otra manera es tergiversar nuestra educación. Las mujeres no
somos culpables de la violencia sexual que nos afecta.
Quiero cerrar diciendo que falta
mucho por recorrer, que he llorado después de oír las historias de horror que
cuentan las personas en los conversatorios, pero creo que el camino para salir
del saco es el de los encuentros, de cuando las historias que contamos son de
“yo abrí los ojos”, las mujeres aprendemos hablando. La cultura se reproduce a
partir de gestos, entonaciones de frases y posturas corporales, como lo que
hacemos en teatro, no reproduzcamos el sistema en nuestro arte. Saquemos la
cabeza del saco en el escenario, ayudemos a otras y otros a sacarla desde la
esperanza y la alegría de lo que se ha logrado y se espera lograr, desde la
claridad, pero que esta no venga con forma de damisela rubia, con vestido vaporoso,
corriendo por el campo toda luminosa con
una canasta llena de flores en la mano, sino descalza, vestida de rojo, con el
pecho erguido y sin brassiere, con un par de tetas, pero bien puestas sobre el
escenario.
Andrea Del Valle